Si tuviera que escribirte te diria que me tenes cansada, que ya no te soporto ni a vos ni a tu forma de hablar con lástima. Que odio que me robes el correro, que me espies en las ventanas, que me desestimes las amistades y me maldigas las plantas. Odio que tomes de mi vaso, que me mires de reojo de una manera que denota lo que pensas, que me busques los puntos debiles y me estrujes el pijama tratando de encontrar respuestas que jamás te voy a dar porque no te mereces ni un segundo de mi percepción acerca de los problemas de tu cotidianeidad barata.
No quiero verte mas rondando callejones buscando excusas para acabar con mi calma, no quiero que me acuses de tus penas ni que me sitúes tampoco en el papel de victima que merece ser cuidada. Quiero simplemente que me dejes en paz por un tiempo, que te mudes de mi vista, que me dejes desenojarme con todo el cariño que te tengo, el mismo que logra que aún no te entregue esta carta.

Quiero respirar traquila, hundirme en té verde y rezar un mantra, pintar manadalas, creer que todo eso puede curarme el alma, bailar en pijama y brillar en calma, volverme hermosa nuevamente, coquetear sin miedos y sin responsabilidades y sobretodo y mas que nada, alejarme de vos para no tener que escuchar ni una de tus mediocres palabras. Te quiero, lo juro. Pero si no me dejas espacio voy a tener que gritar y entregarte esta carta. Lo siento, no me interesa mas nada.