Te dejo con tus problemas, tus libros y tus excusas. Te dejo con tus destiempos, con tus promesas y los quizás. Te dejo a tu gusto, tranquilo en el mundo al que no me dejás llegar. Te dejo antes de conocerte en realidad, pero por primera vez con la certeza de que lo intenté a claras y sabiendas.
Vale reconocer que lo hice porque pensé que no tenía nada que perder, persiguiendo el mentado carpe diem que cada tanto mi mente proclama. Y sin embargo me equivoqué y acabé perdiendo la paciencia. Me cansé de invitarte, de soñarte, de esperar. Quiero algo distinto, pero algo mas cercano a enamorarme que a renunciar.
Te dejo por hoy, en esta vida no lo intento más. Quizás mañana cuando amanezca resucitada me acuerde de vos y te escriba una vez más, dispuesta a gastar en vos toda mi paciencia.
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