Descubrí que es mas fácil escribir sobre una fantasía que sobre algo que comprometa lo que soy. La vida real, de carne y hueso no es tan interesante como la literatura, como dar rienda suelta a la imaginación y poder expresar un mundo que solo existía para mí hasta el momento de volverlo visible, temiblemente real. Lo peligroso es a veces deshacer el encanto. No hay nada mas triste que querer llevar una idea a letras y verla sufrir por sentirse partida, por perder esa magia que no se puede expresar con nada y no debe, y no quiere ser real.
A veces me gustaría hablar de algo verdadero, pero la idea de lo que hay que decir y como hay que hacerlo es tan concreta, que no se puede resquebrajar, no deja grieta para penetrar en su esencia y de a poquito y de la mano llevarla a caminar.
La verdad es tan simple como esto: las ideas son como niños inocentes y malcriados. Hay que prometerles dulces, imaginarlas en sus cuentos preferidos, buscarle su amiga ideal y después de todo ese cortejo, recién sacarla a pasear.
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